martes, 11 de enero de 2011

Mi viaje por Bolivia


         Que sepas, amigo que  arrancas a leer este relato, que sí la selva amazónica sigue viva es gracias a mí.   Me explico.   Si es verdad que la cadena de alimentación  empieza por los bichos más pequeños, es decir los mosquitos, éstos se alimentaron de mí durante los quince días que pasé por la selva  boliviana.  Por mucho repelente que le pusiéramos a la cosa, por muchas camisetas que nos pusiéramos, una encima de otra, por muchos mosquiteros que usáramos por la noche…. la realidad es que cada día teníamos mas picotazos en la espalda, en las piernas , en los brazos, joder  con los mosquitos.         
El viaje lo hicimos mi amigo Sergio y yo. El  llevaba camisas de las que según asegura el vendedor,  los mosquitos no pueden traspasar  y como tal las cobran  sin embargo la diferencia  fue  que yo tenía quinientos picotazos y el cuatrocientos noventa  cinco.   Ya volveré a hablar de esto. 




                                             APROXIMACION A BOLIVIA

Si quieres hablar de Bolivia tienes que tener cuidado porque las desigualdades  económicas y sociales son brutales,  no solo entre particulares sino entre los departamentos.  Trataré de explicarlo a medida  que avanzo.
Bolivia está  en mitad de América del Sur, que en los inicios de la independencia de España era un país inmensamente grande y que a lo largo de los 250 años de independencia fue perdiendo territorio con sus vecinos, como consecuencia de las sucesivas guerras hasta llegar a su situación actual. En una de esas guerras -la que mantuvo hace 100 años con Chile- perdió su salida al mar. Es la que más les duele y hoy por hoy apenas mantienen relaciones diplomáticas. 

Tras la independencia  las fronteras se  fueron ajustando  a las realidades  económicas  y sociales y es que  era  del todo imposible que con apenas  seis millones de habitantes  a finales del siglo XIX  pudiera mantener un país  de cuatro veces España que era entonces.
Geográficamente hablando  Bolivia  es  muy variada. La parte del altiplano,  la que está más al Océano Pacifico  está a la friolera de 4000 metros de altitud lo que se traduce en que los inviernos son muy fríos, la vegetación escasea  y la vida se hace muy dura.  Por el contrario,  la parte de la amazonía  está a apenas  400 metros de altitud  y tiene todos los componentes necesarios de agua y temperatura  para  dar la exuberancia de vegetación que se abre ante tus ojos. Tal diferencia  climatológica ha ido conformando la sociabilidad de las gentes  y  los modos de vida. 
Buena  parte de la población vive en las  capitales de cada departamento y   han ido creciendo a medida que los indígenas  abandonan sus poblados en la selva y llegan a ellas en busca de un futuro mejor. Huyendo de sus penurias llegan  a las ciudades con lo puesto para vivir hacinadamente en las mismas. El choque social al que se enfrentan cuando ven la forma de vida  de las ciudades es brutal.
 Las comunidades indígenas, que hasta hace unos años  han vivido aisladas unas de otras y a su vez de los núcleos de población más grandes han ido montando sus propias normas de convivencia, sus propias reglas sociales, al margen de lo que ocurría  en el resto del país.  ¿Cómo iban a saber cada una de ellas en qué consistía la sociedad si no conocían hasta hace cuatro días la existencia de las otras?  El caso es que a día de hoy con la llegada de Evo Morales al poder se está dando una revolución social en muchos ámbitos. Uno de los cambios más espectaculares es el de  dar cobertura legal a las costumbres y reglas que ancestralmente  han servido para la convivencia en las comunidades de indígenas.  Comportamientos que a nosotros nos parecen absolútamente extraños son para ellos normales. Hay  alguna recóndita comunidad cuyos miembros son antropófagos. Eso nos dijeron.

Campesina

De Madrid a Trinidad (Bolivia)

 A finales de marzo nos plantamos en Santa Cruz de la Sierra  procedentes de Madrid  con la intención de visitar Bolivia, que dicho sea de paso,  es más grande que dos veces España  y que tiene unos doce millones de habitantes.  El billete costó ida y vuelta 845 euros.
En el aeropuerto,  Julio Berzal, miembro de la ong Solidaridad Medica Canaria y antiguo trabajador del aeropuerto  en el que se mueve como pez en el agua, nos dió  siete cajas de ropa de hospital y una silla de ruedas aprovechando nuestro viaje a Bolivia. Las compañías aéreas hacen  la vista gorda ante el exceso de equipaje de los viajeros  y así acaban en pequeños dispensarios  de  Bolivia  medicamentos, ropa de hospital, muletas y otros utensilios que siendo normales para nosotros allí son escasos   y mucho menos en plena selva que es donde estas organizaciones  médicas actúan.  Allí,  un cura que  coordina sus acciones nos recogió los bultos.  No es la primera vez que veo un cura ante el que me quito el sombrero  y siempre es ante los que dejan su vida relajada en Europa y destinan su vida a ayudar a los demás.
Llegamos   a Santa Cruz  once horas más tarde. Santa Cruz de la Sierra es la capital económica de Bolivia, la ciudad más rica y en la que vive la clase pudiente.  Algunos barrios  no tienen nada que envidiar  a cualquier ciudad europea. No nos interesaba y si habíamos ido allí es por ser  la única ciudad que coge vuelos internacionales de Europa dado que está  a una  altitud razonable  y se evita el mal de altura que suele suceder  en los vuelos que llegan directos  a La Paz  que está a 4.000 metros de altitud.
Decir que en Santa Cruz  nos comimos una carne de lagarto  que  al margen del exotismo, tampoco me dijo nada especial, eso si empezamos a valorar la cerveza local que era muy buena.
 A la mañana siguiente  desde el aeropuerto el Trompillo destinado a vuelos domésticos  nos fuimos   al parque  Noel Kempf  situado a tres horas en avioneta  en la frontera con Brasil. El viaje lo aprovecho uno de los guardas del parque que reiniciaba su trabajo después de las vacaciones. Con  el viaje de tres horas en avioneta se ahorraba, nos dijo, tres días de caminos y de ríos hasta llegar a la frontera con Brasil que es hacia dónde íbamos. El parque tiene 1,6 millones de hectáreas  y  al parecer alberga una diversidad biológica de las más importantes del planeta. Nos dimos un paseo por la selva acompañados del guarda al que habíamos hecho el favor. Llegas a ver algunos animales, el resto solo se intuye porque es impenetrable.
El parque toma nombre de un prestigioso biólogo boliviano  asesinado en 1986  por sicarios de la droga. Tuvo la mala suerte de tener que hacer  un aterrizaje forzoso en una de tantas pistas clandestinas que hay a lo largo de la selva utilizada por los traficantes, ahí acabaron sus estudios de la selva.
Cuando se dice tres horas de avioneta  se dice rápido, pero  ponte a calcular  la cantidad  de kilómetros que se pasan. En esos trayectos empiezas a darte cuenta de la inmensidad de la selva amazónica.  
Como habíamos pactado con el piloto que fuera pegado lo más posible a los arboles, se nos ofreció a la vista, os aseguro,  un espectáculo  impresionante.   Ante tus ojos sobrevolando el Rio Itenez que forma frontera con Brasil, un mar de arboles salpicado de afluentes  serpenteantes, cascadas  de agua, meandros  y  de cuando en cuando una humareda que sale de entre los árboles, que si bien pueden ser comunidades indígenas que viven totalmente aisladas del mundo también puede ser, según supimos más tarde, algún laboratorio clandestino  de cocaína.

buscando el mar
  Se pueden ver  pequeñas pistas de aterrizaje que  podían valer tanto para  fines ganaderos como para los pequeños  laboratorios de coca que se están instalando en la zona y es que de acuerdo con lo que nos dijo el piloto  que nos llevó el 70% de los viajes de avionetas que sale de Trinidad están destinados al negocio de la droga aprovechando que el  consumo de la hoja de  coca se toma desde tiempos ancestrales por los pueblos del altiplano para combatir los fríos, el hambre y la altitud.
Los actuales gobiernos  la defienden como bien cultural de la nación y protegen la producción  de la misma, no así a la cocaína la cual necesita de un proceso de elaboración.   Dado que en los países vecinos como Colombia se está persiguiendo  con ahínco a los productores  éstos se están trasladando donde hay menos medios para la persecución  y donde la ayuda americana para la persecución  no existe por razones políticas.  
Llegamos por la tarde  a Trinidad, fuimos a dormir a casa de huéspedes de Doña Justa, mujer culta que estaba involucradas en  distintos movimientos sociales, con la que hablamos largo y tendido y que estaba un poco de vueltas de todo, escéptica ante el devenir de su país y un tanto  desencantada del mismo.
Contactamos de acuerdo con lo previsto, con los guías  que nos harían  ir por el Rio Mamoré desde Trinidad capital del Beni hasta Santa Rosa pasando por Santa Ana de Yucuma.

 Ellos había subido el rio y ahora lo bajaríamos todos. Serian  guías, conductores y cocineros de la expedición y  se llamaban Nicolás y Ever.  La sorpresa  fue  que la esposa de Ever de nombre Rosalía y apenas 17 años también estaba allí con la intención de venir con nosotros de regreso. Dado que era prácticamente imposible que la chica saliera de la comunidad en la que vivían si no era de esta forma, se apuntaba a la expedición y así veía mundo, no era ese el problema, el problema era que estaba embarazada de casi siete meses y  que íbamos  a estar  totalmente aislados y sin posibilidad de ir a dispensario alguno. En principio nos negamos pero claudicamos al ver  la insistencia de su marido. Me rio yo de algunas embarazadas europeas , sus controles prenatales, sus clases preparativos del parto…


Plena selva amazonica bolvana
Nos llevamos una buena impresión de ellos y compartimos con ellos para ir haciendo grupo, un buen número de cervezas  frías  en la terraza del bar La Casona,  en la plaza principal de Trinidad.  Les entregamos dinero para que hicieran la compra de comida para los seis días que íbamos a estar en el rio de acuerdo con lo pactado previamente por internet.
Todos ellos pertenecían a la cultura Tacana y viven por  aquellos parajes  desde antes de la colonización española y del imperio Inca . Estábamos en  la plaza principal de Trinidad, capital del departamento del Beni  y al día siguiente  íbamos a ver en todo su esplendor las inundaciones del Beni, una de las razones que nos había llevado a Bolivia.
Había elecciones departamentales y para las alcaldías en Bolivia esas fechas y toda Bolivia vivía exaltada, recordaba en cierta medida a las primeras elecciones en España allá por el año 77 y siguientes  por la pasión con las que se vivían.  El caso es que hicimos tiempo hasta la hora de cenar viendo pasar a infinidad de coches con propaganda política a todo volumen  a la vez que nos tragamos toda la artillería musical del candidato Enrique Suarez  cuya sede estaba en la misma plaza y que con el lema “El Beni  lo primero” a la postre fue ganador. Una de las formas de pasar la tarde en aquellas ciudades es pasear en moto por las calles y se podían ver a familias enteras en pequeños y destartalados   ciclomotores. Perfectamente iban  el padre, la madre, un chiquillo sentado en el depósito y un bebe  en brazos de la madre, los vimos a cientos.


! Y sin casco ¡
Hay que decir que en Trinidad apenas hay coches y los que hay van con cristales tintados y lo mismo lleva a alcaldes a diputados que a cocaleros, quizá sean los mismos.
Cenamos con el que había sido nuestro piloto en el viaje a Noel Kempf que resultó ser un fachento del copón. Le tiramos de la lengua y nos contó una sarta de lindezas según las cuales los  homosexuales eran enfermos y había que poco menos que acabar con ellos, cosa que nos confesó hizo en su juventud con otros de su misma calaña apalizándoles  cuando  se los encontraban...

 De Trinidad a Santa Rosa de Yacuma y  Rurrenabaque


Decir que cuando en  Puerto Almacén, a siete kilómetros de Trinidad, vimos la embarcación  donde   íbamos a pasar los seis  días siguientes  nos acojonamos.
Solo era un tronco vaciado con unas tablas a los lados que le daban un poco de estabilidad.  Eran unos ocho metros de largo   y  no más de  uno  de ancho y lo empujaba un motor de apenas 15 caballos de potencia, menos mal  que íbamos a favor de corriente porque si no todavía estaríamos por allí. La estabilidad del barco implicaba que cada vez que uno se movía  todo se movía, cuando al final  empezamos a navegar y nos fuimos familiarizando con el barco y sus meneos,  dejamos de tener miedo alguno.  Era más estable de lo que parecía.

Cada año se repite
Empezaba la gran aventura, nada mas echarnos al rio, éste nos obsequió desde todos los  rincones  con pájaros de todo tipo y tamaño e incluso con los  primeros “bufeos” (delfines de río). Empezamos a ser conscientes de lo privilegiados que éramos al estar rodeados de parajes tan impresionantes, tan bonitos. Poco importaba el asfixiante calor que soportábamos y que combatíamos mojando continuamente  unas pequeñas toallas con las que cubríamos nuestras cabezas.
El Beni  tiene  213.500 Km,  casi la mitad de España. Pues bien,  cada año se inunda con las lluvias regulares de febrero a marzo  salvo las ciudades que están montadas en  las partes más altas del territorio. Toda esa agua acaba en el Amazonas y por tanto en el Atlántico a más de seis mil kilómetros. Sabiendo que estamos a solo 380 metros de altitud, plantéate  lo despacio que el agua camina y lo que supone para la población que  no puede volver a su vida normal , a sus casas, hasta pasados tres meses tras el desagüe.


El bueno de Wilfredo
Durante todo el trayecto de ese primer día vimos  en medio de aquella inmensa soledad como  aparecían en nuestro navegar, totalmente inundadas, pequeñas chabolas y miserables casuchas , nosotros dormiríamos en la que se nos apareció ser  la única estancia salvada de las aguas en muchos kilómetros.
Era  la estancia de  Wilfredo, mejor dicho, la estancia del cacique de turno para el que trabajaba Wilfredo, porque aquél buen hombre en verdad, pertenecía  a su cacique al igual que la tierra en la que cuidaba de los animales que también pertenecían al cacique. Wilfredo nos recibió con una sencillez inmensa, como pidiendo perdón y eso que estábamos en su casa. Pasamos con él unos momentos deliciosos escuchando sus sencillas palabras mientras nuestros guías preparaban el campamento y  nos bebimos con él unas cervezas  todavía frías. Nos habló acerca de su hijo, de las 400 vacas que cuidaba, de los caimanes que tanto abundan, de los chanchos, del tigre al que más una vez tuvo que enfrentarse al aproximarse a la captura de pequeños terneros.  


Las habia a cientos

Nos contó cómo le había planteado al jefe dejar la estancia y marcharse, cansado de tanta soledad, con su mujer que vivía en  Trinidad y a donde iba en muy contadas ocasiones  tardando un día entero de navegación en un bote con un motor de cinco caballos. Nos contó que  el jefe le había dicho que desde ese año lo tendría, no como empleado sino como aparcero , a   medias en la producción de terneros. Nos dimos cuenta que una vez más el cacique le había engolosinado y atado unos años mas a la tierra y a la soledad. Tenía 50 años.
Con el buen hombre que era Wilfredo compartimos lo poco que llevábamos con nosotros que para él era mucho. No pedía pero tampoco rechazaba nada de lo que le ofrecíamos. Las cervezas y la cena de pollo y arroz a la que le invitamos  constituían con toda seguridad su mejor comida en meses.
Pero el festín no se lo dio solo nuestro amigo indígena; también los mosquitos y moscones participaron de él.  Es ahora  cuando tiene sentido el inicio de mi crónica. En cuanto bajaba  la intensidad del sol  los mosquitos se hacían dueños del río,  por mucho que trataras de defenderte con camisetas, unas encima de otras y pantalones largos, amanecíamos con picaduras por todos los lados a pesar de dormir bajo mosquiteros  en el campamento que habían preparado a golpe de machete. 

Los pies de Sergio
Empezábamos a enterarnos de la voracidad de los mosquitos en cuestión , a ser conscientes de lo que era la selva, no los sentías, no los veías, pero a la mañana siguiente tenías una nueva colección de picaduras. Menos mal que siempre hemos hecho caso de las recomendaciones de la OMS en el tema de las vacunas. 
 
A  la mañana siguiente, 27 de marzo,  se repitió la situación  del día anterior. Wilfredo   nos acompañó  (mientras que Nico y Ever improvisaban un toldo para poder aguantar el implacable  sol  al que nos enfrentaríamos)  a un  desayuno consistente en un huevo con un tomate, un plátano, un trozo de papaya, un café, mantequilla y mermelada. Todo un manjar en aquellas latitudes, es casi seguro que Wilfredo nunca había comido ni mantequilla
Sentíamos  que ellos nos trataban con una  deferencia casi sumisa, mas allá de la relación de patrono-trabajador sino de un servilismo que iríamos viendo a lo largo del viaje. Nosotros nos comportábamos con ellos como normalmente uno se comporta en Europa, pero no es habitual allí. Nuestros guias-indígenas no estaban  acostumbrados a que los “blancos” les trataran con  la consideración que nosotros lo hacíamos.

Nuestro hogar de cinco dias
Abandonamos la estancia a la que estaba encadenado de una manera u otra  el bueno de Wilfredo y nos lanzamos al rio.

Continuamos navegando en aquélla embarcación, cuya primera imagen nos había causado tanta desconfianza y que ya nos había demostrado,  su estabilidad e  idoneidad para navegar por aquellos ríos, lagunas y pantanales. 

Como no había tiempo que perder, nos prepararon en la misma embarcación la comida que consistió en agua con limón y pasta. 
Seguimos avanzando por aquéllas aguas del Tijamuchi (atajo que cogimos entre meandro y meandro) que tan lentamente se deslizaban en busca del Rio Mamoré primero, del Rio Madera después  para acabar en el gran Amazonas.  

familia de capibaras
Según las informaciones que teníamos, estábamos ya en la pampa boliviana y, sin embargo solo veíamos árboles y  mas árboles a cada lado del rio.

Nuestro guía Nico vino a explicarnos que, en efecto, nos encontrábamos en la pampa . La selva había ido perdiendo terreno a medida que se necesitaba mas terreno para la agricultura y en esa parte el río iba enmarcado entre dos franjas de espesa vegetación. Gracias a eso  pudimos ver  todos los tipos de pájaros de la selva mostrandose en todo su esplendor cuando cruzaban de un lado para otro ante nuestros ojos.

Navegando rio abajo vimos montón de animales salvajes, desde caimanes, a chanchos, bufeos y todo tipo de aves, entre ellas el jabirú, que tiene un cuello descaradamente rojo que le sirve de depósito,  hubaras, cóndores, buitres, aves del paraíso…. Tras  la comida abrimos la botella de güisqui  que  siempre llevamos para esas ocasiones y dejamos pasar la tarde  entre chupito y chupito, entre pájaro y pájaro una vez mas sintiéndote el ser mas feliz sobre la tierra y es que  es imposible explicar esas sensaciones si no has estado en una situación parecida. 
Serían más de las 20:00 horas cuando, llegábamos a Santa Ana del Yacuma después de estar embarcados más de once horas que pasaron en un pis-pas.
 Ese día dormiríamos en el  hotel Movima (en España no sería ni pensión de cuarta) y al día siguiente nos reincorporaríamos al rio. Como he dicho antes Bolivia estaba en elecciones  y esa noche iríamos a un  mitin de Jessica Jordan del partido político de Evo Morales, el Más (movimiento al socialismo) y que aspiraba a ser la gobernadora del departamento. Hay que decir que ésta señora sería como la Belén Esteban en España, su bagaje socio-cultural y político consistía en que había sido miss Bolivia años atrás. Su cartel electoral parecía mas un reclamo sexual  que político . Tuvimos locasión de verla en el hotel y comprobar que el foto-shop había trabajado, y es que en vivo estaba muy ajada.  Perdió las elecciones, claro que el ataque  más importante de quien fue ganador consistía en decirle que “como se iba a votar a una mujer que había salido en bikini en televisión”.
Jessica Jordan
Cenamos en un puesto callejero dos cervezas y unos pinchos de carne y de chorizo por tres euros los dos y fuimos a lo que debía ser un mitin: Cada uno de los parlantes usaron miles de veces las muletillas de “compañeros” y “hermanos” y la invocación continua a todos los santos. ¡¡Un verdadero coñazo!!.
El día 28, domingo, nos levantábamos a las 7,00 horas después de una noche sin dormir entre  la comitiva política  que  estaba en el mismo hotel y el calor asfixiante.


Viendonos pasar
Desayunamos en el mercado  zumo de papaya, con leche y azúcar y nos fuimos al embarcadero para remontar el desvio del rio  Yacuma que nos había adentrado en la ciudad y volver al Mamoré.
No volveré mas sobre las sensaciones sentidas a lo largo de esos días en el rio, pero no puedo sino exponer  lo que veíamos desde el pequeño barco y es que reiniciado el viaje, nos reencontramos de inmediato con el  cuadro del día anterior.  Si cerrabas los ojos, oías cientos de sonidos diferentes que  venían de todos lados,  si mirabas al cielo, podías ver jabirús, cigüeñas, garzas y espátulas rosadas, pavas pintadas, martin pescador volando de una parte a otra del rio. Si mirabas al agua podías ver pirañas, tortugas, bufeos, caimanes, etc.  Si mirabas al contraluz de los arboles podías ver infinidad de mariposas.  En verdad que si no has estado en situaciones parecidas es muy difícil entender lo que estoy diciendo.   

Problemas de espacio seco
La siguiente noche la hicimos en otra estancia, de nombre Ascensión. Nada más varar nuestra  barca, bajaron a nuestro encuentro dos o tres muchachas jóvenes acompañadas de su madre invitándonos a subir a la casa que se encontraba  en  una especie de meseta a unos diez metros por encima del nivel de las aguas. 
El jefe de la estancia era el padre y capataz,  de nombre Severiano Jiménez de 55 años. Como era domingo estaba de descanso y nos atendió a las mil maravillas sin dejar de escuchar por un destartalado transistor un partido de futbol. Su  esposa  de aspecto ajado por la vida aunque con facciones suaves era de esas personas que te sonrien no solo con la boca sino con los ojos. Estaban también  su hijo Monchi con su jovencísima esposa, una hija mas, un vaquero de nombre Luis Felipe que pretendía a la chica y que trabajaba en una estancia colindante y que se había tragado tres horas a caballo para ir y le quedaban otras tantas para volver ( al día siguiente trabajaba), todo ello para cortejar a la única mujer libre que había en 50 horas a la redonda. También  había un sobrino de unos 14 años y una nieta de muy corta edad.
Alucinaban cuando se veían en las fotos digitales que les hice. Les prometí mandárselas. Más tarde desde Oruro y luego desde España se las envié  a un bar de Santa Ana tal y como me habían dicho.
No me importó que me despertaran por teléfono, meses más tarde para decirme que las habían recibido. A la más pequeña la vistieron de princesa para la ocasión.

Severiano  y esposa
Como teníamos todo el tiempo del mundo sacamos unos globos para los pequeños y la botella de güisqui para los mayores. Dijimos que sí cuando nos invitaron a dar una vuelta  a caballo y ver un poco la finca. Monchi nos guió durante un par de horas por la pampa boliviana entre alguna de las “cuadriculas” en las que se dividía la finca y que componían un total de 5000 vacas  que componían la cabaña.

la familia entera
Todos ellos eran analfabetos y desprendían una  extraordinaria sencillez  en cada gesto, en cada palabra. Nos dimos cuenta de cómo su capacidad de comprensión era limitada y es que si los razonamientos o argumentos que exponíamos eran largos, aunque se tratara de temas muy simples, les resultaba complicado seguirlos, algo que no manifestarían nunca.
Nos dijeron que  no tomaban bebidas frías desde hacía años, que Severiano percibía al mes por el trabajo de toda la familia 1.000 bolivianos  o, lo que es igual 110 euros, además de una determinada cantidad de cebollas, un quintal de arroz, azúcar y harina,  que el patrón recalaba por la “estancia” una  vez al año en una pequeña avioneta sin siquiera quedarse a dormir una sola noche. A medida que perdían su timidez, nos preguntaban sobre España, no entendían que en ese momento allí fuera de día y en España de noche.  Supimos también cómo Monchi salió de la iglesia  según se casaba y se fue con su estrenada esposa sobre la marcha a la estancia porque era época en que parían las vacas…, adiós luna de miel. Al patrón, sin duda un boliviano poderoso y dueño de varias estancias en el país, le tenían verdadera adoración y respeto.
Su sencillez quedó reflejada cuando la madre nos preguntó: “cuanto vale un plato de comida en España”.  Una sencilla frase, sin mas , el mas  fiel reflejo de las tremendas diferencias que separan su forma de vida y la nuestra.

En mitad del rio Yacuma 
 A la hora de la cena “engalanaron” la mesa para nosotros, pusieron todas las lámparas de aceite (no había luz, por supuesto) en la mesa. Nos acomodamos los hombres y, después de mucho rogar, conseguimos que se sentara también la mujer de Severiano. La cena fue preparada por nuestros guías y la señora no probó nada, hasta que nosotros no acabamos y es que las mujeres en estas ocasiones solo comen cuando se levantan los hombres  si es que queda algo.
A la mañana siguiente, día 29 de marzo, nos levantábamos a las siete horas, habíamos dormido en el suelo en nuestros nichos mosquiteros al que nos íbamos acostumbrando. Nos despedimos de aquellas buenas gentes. Les habíamos supuesto un entretenimiento del que seguramente sigan hablando y seguro se acuerdan de nosotros cada vez que vean las fotos tamaño folio que les mandé. Nunca los olvidaré. 

Mi amigo Sergio
Navegamos toda la mañana y tarde sin desembarcar salvo para almorzar algo a la orilla del río. A las siete de la tarde aproximadamente paramos para dormir en la selva, era una zona frondosa con altos árboles que apenas dejaban pasar la luz. Montamos el campamento a golpe de machete -los del machete eran ellos- mientras nosotros entreteniamos a los  miles de mosquitos. 

Era tal la virulencia con la que atacaban que me lancé al río sin miramientos y algún mordisquillo de minúsculos peces me llevé,  al principio me acojoné pensando que eran pirañas. Nos metimos en nuestros nichos-mosquiteros alrededor de las diez de la noche.

Los nichos-mosquiteros
A eso de las tres de la madrugada una lluvia torrencial nos despertó de tal modo que tuvimos que levantar urgentemente el campamento  o  todo el material se estropearía. A toda prisa pusimos el material y a nosotros mismos  bajo el rustico toldo del barco y nos echamos al río en plena oscuridad. La luz de las linternas apenas servía  en medio de la lluvia y de la noche por lo que estamos obligados a ir muy  despacio  para evitar encallar.
Ahí estábamos, en el rio Tajamuchi, a dos nudos de velocidad, dejándonos llevar por la corriente en mitad de la noche y bajo una lluvia tropical, que por si no has estado en una de ella, te diré que es como cuando te duchas y te caen no chorritos, sino cubos de agua encima. 

Desde nuestro barco, calados hasta los huesos aunque sin frio, pudimos ver millones de lucecitas que no eran sino luciérnagas desplegadas a lo largo de las orillas, quiero pensar que para vernos pasar, También podíamos ver,  contra la luz de las linternas, siniestros ojos de  caimanes a la espera de que  alguno de los intrusos se cayera al río.

Aves del paraiso
Era martes día 30 de abril. Por fortuna dejó pronto de llover. Nos encontrábamos todavía en el río Yacuma, Empezaba nuestro cuarto día en el barco y en ningún momento te cansabas de ver cigüeñas, buitres, aves del paraíso, hubaras, capibaras, águilas, tortugas. Las tortugas resultaban graciosas, como había pocas ramas secas donde colocarse se apilaban unas sobre otras haciendo equilibrios sobre troncos. Era fácil ver a los juguetones monos silbadores y aulladores, allá encima de los árboles…  
 
Nos orillamos para comer, en esta ocasión nos prepararon arroz con atún, zanahorias y remolacha, que acompañamos de una cerveza. Había  que comer de pie por cuanto todo el suelo estaba lleno de hormigas cazadoras dedicadas a triturar las hojas muertas del suelo y todo lo que hubiera por allí, los calcetines blancos eran sus preferidos, en cuanto te despistabas los tenías llenos de hormigas y si querías que no te picaran tirabas de ellas.  Era tal su voracidad que te quedabas con su cuerpo entre los dedos y la cabeza con sus pinzas en el calcetín.
Mientras se hacía la comida , Nico nos contó  que   ganaba al mes unos 1.500 bolívares (165 euros) en temporada alta y unos 900 (100 euros) en temporada baja, que un maestro gana al mes unos 800 bolívares, un militar de grado 2.000 y una “chacha” del servicio doméstico 500 bolívares (55 euros) si no come en la casa y 200 si come y que el presidente de gobierno percibe 27.000 bolivianos al mes (2.970 euros) sin que nadie en el país pueda tener asignado mayor retribución o salario.

Después de unas horas más en el barco paramos en una orilla en la que, excepcionalmente, no había selva al llegar hasta las aguas directamente la sabana. Tratábamos de ver la serpiente anaconda. Habíamos visto fotos de la misma de unos dos  metros de longitud y al parecer era relativamente fácil que la viéramos.


Nuestro guía Nico nos dijo que con un poco de suerte podíamos encontrárnosla en un lugar embarrado como aquél dada la época  del año,  la hora que era y el día que hacía. Nos pusimos unas botas de goma hasta la rodilla y  nos adentramos en el fango con la esperanza de verla.
Lo único que vimos a millones eran nuestros queridos mosquitos.  Ya te he dicho que la selva boliviana vivió gracias a mi. Abandonamos la búsqueda y nos largamos a Santa Rosa para evitar la lluvia que se nos venía encima. Llegamos a eso de las doce de la noche a un pequeño puerto a unos cinco kilometros de Sta Rosa y dormimos en un pequeño embarcadero donde los turistas light van por el rio, solo que en vez de hacer cinco días,  hacen cinco horas en un bucle que empieza y termina en ese embarcadero. 

Cuando nos levantamos caminamos los cinco kilómetros que nos separaban de Sta Rosa mientras recogían el campamento y esperaban  al coche que nos llevaría a Rurrenabaque.  Chiquillos y mayores se nos acercaban en busca de  extraños con  quien hablar preguntándonos  acerca de todo. Así es la vida.
Pasó que el coche que nos debía llevar a Rurre (así se conoce a Rurrenabaque) se estropeó, por lo que un trayecto de dos horas (120 Km) se convirtió en uno de seis  por cuanto había que echar agua al radiador cada 10 o 12 Km.
Llegamos por fin a Rurre tras cinco días en medio del rio Mamoré, el Yacuma y unos cuantos atajos entre ellos. Calculo que por el número de horas que estuvimos en el agua  la potencia del motor y la corriente a favor haríamos más de 800 Km de rio,  uno de los más espectaculares viajes que yo haya hecho nunca.
Sergio tomando notas


Nos hospedamos en el muy buen hotel Safari.  Teniendo al lado al majestuoso rio Beni como telón de fondo, nos bebimos mil cervezas, nos bañamos en la piscina (era otro tipo de agua), nos duchamos y nos fuimos a la calle a darnos un homenaje en forma de cena en compensación a tanta “calamidad” pasada.
 
Una buena cena en “La Perla de Rurre” y unas copas en “el Moskitto”  nos recompuso del viaje. Nos fuimos a la cama porque al próximo día empezaba otra parte del viaje que también prometía.

De  Rurrenabaque al parque Madidi y vuelta.
                                                                                       
A la mañana del día siguiente, jueves santo 1 de abril, nos estaba esperando en el hotel Leo Janco,  el único de los agentes de viaje que nos contestó y que se atrevió a hacer la ruta que antes he contado, en aquellos sitios se remitían a hacer el típico viaje de varias horas por el rio o como mucho pasar una noche en el campo y vuelta al día siguiente. Él se atrevió a montar el viaje que le habíamos propuesto, le estamos agradecidos, otra cosa es lo que ocurrió de ahí en adelante.
Fuimos a su oficina, un pequeño cuartto, en el que tenia establecida su agencia, de nombre Enin Tours. Nos dimos cuenta que a partir de entonces improvisaba mucho, todo fueron dudas acerca de la segunda parte del viaje previsto. Nuestra intención era adentrarnos en el Parque Nacional Madidi y volver a Rurre por el Rio Tahichi en una almadia montada en una de las comunidades que había  a la vera del rio  y arrastrarnos  corriente abajo haciendo rafting.
Tardamos más de lo previsto en empezar la ruta puesto que hubo que hacer los preparativos que no estaban hechos. Una de las razones es que nuestro contacto, Leo Janco, era un político en ciernes y  tenía la cabeza más en las elecciones que en su negocio. El caso es que acabamos  subiendo al coche el chofer, de nombre Claudio, el guía-portador de los enseres  David y un mengano  al que todo el mundo llamaba D. Guido y que llenó hasta los topes el viejo  todo terreno con lo que nos dijo eran útiles para la escuela de  la comunidad.
Por supuesto   le dejamos todo el espacio posible para tan buen fin y a eso de las 11 de la mañana y no a las 7 como estaba previsto  salimos hacia Tumupasa   a unos 50 km, por una carretera   de tierra.
Fue nada más cruzar el rio en un viejo transbordador  y empezar el camino cuando sentimos un extraño ruido al tiempo que el todo terreno se frenaba en seco  hacia su parte izquierda delantera, quedando  en el acto empotrado en  la pista.
¿Que había pasado?. Ni más ni menos que  la rueda delantera izquierda se había salido del eje yendo a parar al fondo de un barranco. Como no pasó nada (por aquellas carreteras solo se puede ir a 20 km hora)  recuperamos la rueda, buscamos los tornillos carretera atrás y aaaariba , a Tumupasa.
Una vez allí  nos refrescamos con agua dado el insoportable calor y haciendo caso omiso a las indicaciones de los vecinos nos metimos por el camino que nos llevaría a unos 35  km a la comunidad de San José de Uchupiamonas, en el  Parque Nacional Madidi que dicho sea de paso tiene 19.000 Km cuadrados y   que está considerado  como una de las zonas más ricas en biodiversidad del planeta según asegura la Nacional Geografic Traveler.

Estábamos advertidos de que el camino no estaba para vehículos pero todos , cada uno por distintas razones, instaron a seguir adelante.

Claudio pretendía a toda costa llegar  porque a la mañana siguiente tenía otro servicio en Rurre y si no acababa el servicio peligraban sus honorarios, David el guía porque tenía que cumplir con su misión de llevar a sus clientes a buen puerto  y finalmente el ínclito Guío, el mas interesado, que fue quien aseguró  en  nuestra presencia, a  Leo Janco que era posible llegar en todo terreno hasta San José de Uchupiamonas, en cuyo poblado vive. 
Resulta que los bultos con los que nos había llenado el  vehículo, hasta el punto de que resultaba difícil  cerrar la puerta trasera, iban llenos de las más variadas mercancías con destino a la pequeña tienda que tiene en San José, que es la única que existe en muchos  kilómetros alrededor. Es decir nada de escuelas ni trabajos solidarios, era un tendero sin mas que hacía su agosto en el pueblo.  Supimos que Don Guío, era como un capitán general al depender todos de él para los artículos de primerísima necesidad. 

Nosotros éramos los que menos presión teníamos, estábamos dispuestos a hacer los 35 km andando con nuestros pocos enseres. Total que a los 15 km más o menos el coche se atascó. 
Nos bajamos y tratamos de cubrir aquéllos fangales con ramas y la más diversa vegetación que encontrábamos a mano tirando de machete para poder continuar la marcha, todo ello sin éxito por más que lo intentamos.  En el camino habíamos adelantado a unos ancianos que al paso que llevaban tardarían dos días en llegar , no pasaba nada así es la vida por aquellos andurriales, solo nosotros parecíamos frágiles, éramos los gringos a los que había que cuidar y por supuesto cobrar.
 Después  de varias horas tratando de sacar el coche, ya de noche y después de cenar un poco y bebernos entre todos  una botella de güisqui , decidimos echarnos a dormir un poco en nuestros nichos-mosqueteros y esperar el día. Ellos se dedicaron  a sacar el coche  cosa que lograron a las 4 de la madrugada después de hacer los esfuerzos con mejor cabeza que hasta entonces. Una vez  más hay que decir que desde que caía la noche nubes y nubes de mosquitos por los aires y de hormigas cazadoras por tierra nos tenian como entretenimiento preferido.

Ante tanto mosquito gorro supersonico

 Nosotros seguimos en plena noche camino de San José de Uchupiamonas después de cargar con lo más indispensable en las mochilas mientras que el coche se volvia con todo lo demás, el caso es que al final me tocó cargarme con la mochila pesada porque el pobre David ya no daba más de de sí . Me chupé diez kilómetros con veinte kilos a las espaldas, si me lo dicen antes no me lo creo.
La marcha a aquéllas altas horas por aquella selva tan profunda y salvaje resultó muy agradable. Íbamos caminando  sin hablar , unos detrás de otros, en la noche con la tenue luz de la linterna sin ningún sentido de miedo, con una agradable placidez. Tuvimos el gustazo de  ver  amanecer en plena selva, en plena parque nacional del Madidi. Ahí estábamos nosotros en uno de los parajes con más biodiversidad de la tierra.

Cena tras el intento fallido de sacar el coche

Por fin llegamos a San José  a la casa de D. Guido que hacía de hotel, de tienda, de casa comida, la única que tenía una rudimentaria ducha ( con un tarro te echas agua encima). En una habitación abierta dormimos esa noche,  al día siguiente descenderíamos por el rio Tuichi.  En ese momento D. Guido se creció, ejerciendo de caciquillo  del pueblo. Después de comer algo nos dimos una vuelta por el pueblo.

Era un día especial,  por ser Viernes Santo se preparaban altares varios para la ocasión . Ello nos supuso poder pasear por el pequeño pueblo  hablar con unos y otros como no, de futbol, de Mesi, de Ronaldo…
Habíamos contactado con Rómulo que sería nuestro barquero para bajar  el rio,  quedamos  al día siguiente a primera hora en su casa  a donde él se fue a hacer una  balsa nueva porque la que tenía  preparada se la habían robado. Era una balsa de madera de balsa (no es un juego de palabras) que al parecer es la más liviana que existe en la tierra y cuyo árbol crece sin problemas por allí. 


"Protegiendo a la imagen"
 Quizá sea momento de decir que las comunidades indígenas tienen sus propios fueros, sus propias normas de convivencia, de ese modo  si hubieran cogido al  ladrón de la balsa le habrían puesto en el cepo   como en las películas. Para los casos de robo, de insultos, de violaciones  u otros delitos se castiga al infractor con el cepo, de modo que le meten en él y allí queda durante las horas correspondientes o incluso días sin posibilidades de que su familia le ayude de ninguna manera. Podía estar maniatado de manos, de pies o de ambos modos según el delito cometido. Todo ello  sin perjuicio de la entrega en la ciudad cercana a las autoridades pertinentes.
No había nada que hacer así que después de cenar nos fuimos a la procesión.

Todo un espectáculo.

La imagen religiosa era escoltada por unos mozalbetes “fusileros” presididos por una especie de comandante de más edad. El sombrero , hecho de papel viejo de periódico, se encajaba en sus cabezas mientras  el hombro cargaba  un fusil  de juguete, eso si, todo ello enmarcado en una absoluta y respetuosa seriedad. A las 8 de la noche nos fuimos a dormir, sí he dicho a las 8 de la noche.


Nuestra embarcacion de dos dias
A las 05,30 horas de la mañana del 3 de abril, empezaba una nueva etapa del viaje , el descenso en una balsa de troncos por el río Tuichi  hasta su encuentro con el río Beni, afluente del  Amazonas, después de unirse con el Mamoré en el río Madeira. 
En la balsa íbamos David  nuestro guía, Rómulo el barquero, Sergio y yo. Rómulo hacia de “culatero” es decir de timonel y con una  pértiga iba dirigiendo la pequeña barca por el rio huyendo de los remolinos, de los arboles caídos que los había  a cientos, de las rocas  y de todo cuando apareciera por allí. Nuestro barquero estaba cachas, era como un mádelman y al parecer sus amigos le llamaban Rámbo, en verdad se le parecía, pero en pequeñito. Delante de la balsa en ocasiones era necesario el “puntero”  que con una larga vara tanteaba o remaba según fuera necesario en cada momento. Una vez que le cogimos el  truquillo  a la estabilidad de la balsa me pase más tiempo de puntero que sentado.
Entre los espacios del “culatero” y del “puntero”, quedaba  un espacio en el que se montó una segunda línea de troncos  formando una  plataforma en la que íbamos en su parte delantera sentados Sergio y yo.
De nuevo nos dejábamos llevar por un rio, ésta vez  ni siquiera había motor. Una vez que nos habituamos a la cadencia de la balsa (ocho troncos  atados entre si por tiras arrancadas de su propia corteza y que formaban una plataforma de  seis metros de largo por uno y poco  de ancho)  nos fuimos relajando y nos dedicamos a mirar las orillas del rio. Aunque estábamos en plena selva boliviana apenas pudimos ver pájaros y es que en ésta  ocasión se diseminaban por toda la selva y no como días antes en los que se concentraban en las franjas a cada lado del cauce.
Sí vimos  multitud de capibaras. Es el roedor más grande de la tierra y formaban familias de diez  o doce  ejemplares y su comportamiento se parecía al de familias de jabalíes a los que se parecían en forma y tamaño.



!! nuestras cervezas ¡¡
 Según bajábamos  nos cruzamos con una embarcación que iba rio arriba con las urnas que al día siguiente se utilizarían para votar en las distintas comunidades existentes. Junto con las autoridades pertinentes  también subía con algo más importante para nosotros, un paquete con cervezas   que cogimos al vuelo de barco a barco que nos mandaba nuestro hombre en Rurre, Leo Janco, que era consciente que se le había ido el viaje de las manos y quería congraciarse. 
Estábamos en el corazón del recóndito Parque Nacional Madidi, en medio de la naturaleza más pura que pueda encontrarse, guiados por dos  indígenas, un tacana y un uchupiamona que habían nacido y crecido en aquéllos lugares y bebiendo cerveza. Fue un gustazo.
Apenas paramos un instante, más que para comer, para que descansara Rómulo que era quien llevaba el peso de la expedición y de nuevo al espectáculo del rio unas horas más, entre tronco y tronco , entre remolino y remolino y con ganas de ver al que allí llaman el tigre y que nosotros llamamos jaguar. No lo llegamos a ver aunque el sí que nos vio como diré más adelante. Paramos un par de horas más tarde para preparar el campamento, cenar algo y dormir.   
En un abrir y cerrar de ojos Rómulo ya había montado con ramas de la selva el armazón de una rudimentaria tienda india y sobre el que echamos un plástico por encima, mientras David preparaba algo de cena. Después de un poco  de tertulia nos fuimos  a nuestro nicho-mosquitero. Serían las cuatro de la mañana  cuando un tremendo aguacero nos despertó, esta vez no tenía razón subirse a la balsa, era de noche y nos mojaríamos no solo desde abajo, como llevábamos haciendo todo el día al filtrarse el agua entre los troncos sino que al no tener toldo también nos mojaríamos desde arriba . No tenía sentido embarcarnos así que nos arrimamos unos a otros a esperar a que llegara la mañana  bajo la eficaz tienda que había montado Rómulo.


Bajando el Tuichi
  Dos horas duró el aguacero y tras un vaso de agua caliente con nescafé, desmontamos el campamento para no dejar rastro de nuestra estancia allí. Vimos unas huellas al lado de donde habíamos dormido y que no estaban cuando nos fuimos a dormir porque habíamos rastrillado la zona para hacerla mas cómoda. Según Rómulo  eran de un tigre. No le dio al hecho importancia alguna y nos contó que, en la actualidad, los tigres del Parque Madidi no atacan a los hombres porque al haberse extendido casi como una plaga los “chanchos”, especie de jabalí, no sentían hambre al ser éstos fáciles presas y que si se acercaban a los campamentos era por pura curiosidad.  

capeando el temporal

Salimos al rio en cuanto escampó, ya había amanecido, para ver una vez más  el espectáculo del rio en mitad de la selva. Pasadas unas horas llegamos al campamento que usaba la agencia turística de los hermanos de Janco, allí comimos bien por primera vez en varios días dado que había instalaciones.  Nos incorporamos a una expedición que había estado por aquella zona  un par de días y que estaba comandada por  Ever, uno de nuestros guias días atrás. En un barco a motor llegamos un par de horas más tarde a  Rurre todos juntos   habiendo  atravesado el llamado Cañón del  Bala de ,dicho sea de paso , inmerecida fama en cuanto a belleza se refiere. Abandonamos la  balsa que durante dos días nos había llevado por el rio Tahichi afluente del Beni, éste del Mamoré, éste del Madera y éste del Amazonas.
Llegamos a Rurre y junto a nuestro leal culatero Rómulo nos fuimos a la Agencia de Leo Janco (Enin Tours) para arreglar cuentas y asegurarnos de que a Rómulo se le pagaba la parte que le correspondía y es que en aquellas latitudes se buscan cualquier excusa para rebajar el precio fijado inicialmente y Rómulo no merecía esa posible rebaja. 

Con toda probabilidad no le veré más pero si cierro los ojos  puedo ver al final de la balsa  al  indio uchupiamona  que nos habló del modo de vida de su raza, de su comunidad , del respeto a la madre tierra o “pachamama” máxima expresión del sincretismo  religioso preeuropeo (dejando caer al suelo un poco de aquello que fueran a tomar  -liquido o solido-  diciendo “antes para la  pachamama”) , de cómo viven , su día a día.  A modo de ejemplo  nos contó que los uchupamionas no pueden casarse sino habiendo llegado a los 30 años, de cómo se usaba el cepo antes mencionado ...
Como la parte del viaje de la selva  y del descenso en balsa por el Tuichi, aun habiendo sido magnifico, no fue tal y como había prometido Leo Janco y ya empezábamos a conocer los vericuetos del país y sus gentes,  decidimos acabar nuestra relación con Leo, le rebajamos bastante lo que aun le debíamos y decidimos seguir nosotros solos la siguiente etapa que era la  llamada carretera de la muerte. Hasta allí, hasta Coroico nos iríamos al día siguiente con Claudio el chofer del  viejo Toyota que había atascado en el intento de llegar a San José de Uchupiamonas.

La Carretera de la Muerte.

 Mientras Claudio ponía el  coche en orden cambiamos unos travels  cheques  y  alquilamos una  moto por un par de horas y dimos vueltas por Rurrenabaque  hasta un mirador por encima de la ciudad con las consiguientes vistas de la misma y del rio Beni. Busqué a Nico, nuestro primer guía  y  cumpliendo lo prometido le di unos mapas de Bolivia  llevados de España dado que ellos no tienen y sentí  cierta frustración  en el reencuentro. La amabilidad, rayando el servilismo, que nos  habían dispensado en el rio se había vuelto en poco menos que indiferencia. Ingenuos nosotros pensamos que se había creado cierta amistad y no éramos  más que unos turistas más. Tal vez tenian razón.
 Por fin a las doce nos poníamos en marcha, en el coche  además de nosotros dos, iban Claudio y   un amigo suyo  que nos acompañaría por  nombre  D. Pilo que  según decía  era un antiguo camionero y por tanto conocedor de aquellas carreteras.  Concluimos Sergio y yo  que D. Pilo no tenía nada que hacer y como había gringos por el medio se aseguraba un par de días distintos, con comida y tal vez una propina, así son las cosas por estos países. No nos  importaba , si habíamos llevado a una embarazada de siete meses por pleno rio cinco días ésto era pecata minuta.

Así doscientos cincuenta kilometros
La primera etapa era llegar hasta Yacumo. Un  cruce de carreteras, mejor de caminos, por cuanto eran de tierra las pistas. A partir de este momento, las carreteras casi siempre de tierra,  se empinaban hacia arriba y es que Bolivia tiene un gran escalón geográficamente hablando.  Íbamos a  pasar de apenas cuatrocientos  metros de altitud a casi cuatro mil. Se quedaban atrás las tierras bajas inundadas año tras año y que tenía a la ganadería como principal sustento  y donde  poco a poco, el turismo se iba haciendo un hueco,  sector este que acaparaba muchos de los productos  que la pachamama ofrecía a los agricultores y ganaderos.
 Quizá sea momento de decir, que una de las reformas que Evo Morales ha acometido , apoyado en un referéndum que lo refrendó, es que no se pueden tener en propiedad fincas de más de  -creo recordar, mil hectáreas-  salvo que sean productivas socialmente (cría de ganado, labradas adecuadamente...). En caso de que  no cumplan con tales requisitos cualquier  familia se puede instalar en las mismas, dándosele un número de metros cuadrados   según los miembros de la familia.  Es una socialización de la tierra  y es que allí (segundo país más pobre de Sudamérica) muchas tierras vírgenes no son de nadie y se las ha adjudicado años atras el cacique de turno, aprovechando que pasaba por ahí. 
La contrapartida a todo eso, a que la gente encuentre tierra para cultivar y comer, es que se están moviendo masas  de gente de uno sitios a otros del país dejando su cultura atrás ó arrasando con la suya allá donde vaya  homogeneizándose el rico bagaje cultural boliviano.

A lo largo del camino de casi ocho horas que tardamos en hacer los  doscientos cincuenta kms desde Rurre a  Caranavi vimos infinidad de pequeños asentamientos a lo largo de la carretera  que obedecían a lo antes contado. No estaban muy contentos con todo ello, ni éstos ni nuestros anteriores guias.
Desde Caranavi a la Paz  se va por  la llamada Carretera de la Muerte, está  considerada la más peligrosa del mundo, es una pista de tierra de un solo carril colgada de las laderas que va serpenteando entre cerros a uno de sus lados y tremendos barrancos de vértigo al otro,  atraviesa lugares en los que las vistas son impresionantes y quien padece de vértigo lo puede pasar realmente mal. De vez en cuando las lluvias originan charcos y cascadas que hay que atravesar, así como frecuentes derrumbes.
Continuamente se hacen pequeños ensanchamientos  para cuando se cruzan los grandes vehículos y uno de ellos se pueda apartar un poco. Un trayecto desde Canavari a La Paz de apenas doscientos cincuenta kilómetros puede tardar quince horas. Es la única carretera que une la  parte alta y baja del país  y las mercancías no tienen más  remedio que pasar por ella. Los accidentes son frecuentes.  Poco a poco tratan de hacer una  nueva carretera, de éste modo a la altura de  Coroico hay unos treinta kilómetros  nuevos, de asfalto quedando la vieja para que los turistas hagan unos cuarenta kilómetros bien en bicicleta, bien andando como haríamos nosotros al siguiente día. Llegamos a Coroico a la una de la madrugada  trece horas después de salir de Rurre.


Por aqui pasan trailers...
Coroico, capital de Las Yungas, está  ubicado entre altas  montañas invadidas de exultante vegetación, cuenta con una cierta infraestructura hotelera que allí se considera como de las mejores del país. El pueblo en sí no tiene demasiado para ver, a no ser sus moradores, la mayor parte aymaras que visten al modo tradicional de su etnia. La gran riqueza de Coroico son los cultivos de coca que se plantan en las terrazas que han construido en las laderas.
Quedamos con Claudio a las 8,30 horas del día siguiente para que nos llevara al inicio de la carretera que había quedado para los turistas. Nos llevamos una sorpresa al ver cómo nos quería cobrar   -y nos cobró- , más dinero por acercarnos hasta el inicio de nuestra excursión , unos treinta kilómetros por la carretera buena. No nos sorprendió , continuamente tratan de sacar dinero cuando se ven  en posición ventajosa. Al día siguiente yo pagué la mitad cuando, camino del bus que me llevaría a La Paz, me encontré con otro chico y cogimos un taxi para los dos por no esperar al bus y eso que hacia veinte kilómetros mas.
Iba a empezar una de las razones del viaje, caminar la Carretera de la Muerte. En realidad la carretera son los doscientos cincuenta kms hasta Coroico ya referidos, lo que íbamos a caminar eran los más peligrosos por lo que fueron los primeros en arreglar. Hoy día no está permitido a los vehículos transitarla. 
Salvamos un desnivel en bajada de 1.700 metros en 35 kilómetros entre constantes curvas, espeluznantes barrancos,  hilos de agua cuando no cascadas a  cada revuelta del camino. 
El recorrido es impresionantemente bello y sus peligros lo evidencian la multitud de cruces que llenan  sus márgenes y es que,   han sido cientos las personas que han encontrado la muerte por  los habituales accidentes.  Hoy día son los ciclistas los que la utilizan en forma de excursión organizada y más de uno muere al caer por los precipicios como le pasó a una holandesa según vi unos días más tarde en las noticias de la tele, al parecer era relativamente frecuente.  
Nos encontramos a lo largo del camino con grupos organizados de ciclistas, de motoristas argentinos que despacio, querían pasar por la carretera  mítica, con nativos borrachos hasta el culo. Tengo que decir que mi amigo Sergio sufrió más de lo deseado para completar el recorrido, llegó muy cansado y es que venia sufriendo dolores de espalda que lo machacaban. Ya espero yo hacer esa caminata con los sesenta y cinco cumplidos como tiene él.   Si quieres saber más busca en internet la carretera de la muerte. Las fotos asustan.
Ese día nos cruzamos con un catalán que había aparecido por Bolivia cambiando de aires liándose con una boliviana y se había montado un pequeño hotel en las que se apañaban más que bien y nos advirtió de que para los bolivianos  los extranjeros somos ante todo, dólares con patas. Ya lo habíamos comprobado.
Al día siguiente nos separaríamos unos días, Sergio ya conocía La Paz y quería ir  a  San Ignacio  del Moxo  y ver donde realizaban su trabajo una Ong médica canaria. Otra razón no menos importante, era que años atrás había sufrido un infarto y tenía prohibido subir a mas de 3.000 metros de altitud .Quedamos  para vernos en Uyuni días más tarde, esos días cada uno anduvo por su cuenta, el desandó camino llegando hasta Yacumo y yo  me iba al día siguiente camino de La Paz.

La Paz,  Titicaca,  Oruro.


organizacion
Llegué a La Paz a medio día y me quede en un hotel cercano a la plaza donde radica la sede de gobierno, es decir en medio de la ciudad , era una casa colonial con un  patio amplio donde  servían la comida  y tocaba un trío que imitaban a Los Panchos y a mi entender  los superaban. Comí  allí un par de veces era  barato, acogedor y confortable tanto para dormir como comer.

Pasaría en La Paz un par de días, sin prisas, paseando, deambulando  por las calles con los ojos abiertos de par en par para empaparme de cuanto sucediera  a mí alrededor. Pude ver  colas inmensas en unas oficinas del gobierno a las que iba la gente a justificar su abstención en las elecciones recién celebradas y es que, al ser obligatorias si no votas tienes  una sanción relativamente fuerte, allí daban las explicaciones pertinentes para evitar tal sanción.  Cuando votas te dan un certificado sin el cual ni te venden billetes de bus, ni puedes hacer operaciones  en tus cuentas bancarias durante un tiempo. 

Contraté un taxi y pude ver cómo la ciudad ha ido escalando por las laderas del valle donde está asentada,  es como si al valle lo hubieran forrado con casas. Desde arriba  da la sensación de que  cualquier corrimiento de tierras, alguna lluvia fuerte o un pequeño derrumbamiento, desencadenaría un efecto dominó y arrastraría  casa a casa  hasta al fondo. Creo que La Paz, como ciudad, no tiene nada interesante  salvo sus gentes y  mercados que tantas veces se ven por los países sudamericanos. Hoy por hoy muchas de las cosas que se ofertan irremediablemente vienen de  China.  

Lo realmente interesante  no viene de China, está en el mercado  de las brujas.   Cuando lo pisas por primera vez  se te abren los ojos de par en par, al ver como cuelgan   decenas de  fetos  de animales. Lagartos, serpientes,  llamas y tantos otros sirven para realizar ofrendas   a  los distintos dioses a los que se encomiendan o a la propia Pachamama. 
Según el tipo de petición o agradecimiento, usan el feto de  uno u otro animal  en una pequeña ceremonia, que a veces realizan  solos  y a veces conducidos por la mano de  un chaman. 

Justificando la abstencion

Bajo el nombre de  sincretismo religioso  se concentran   todas estas  creencias  y en cada región del mundo toma características distintas pero con un denominador común. Cada  peticion o agredecimiento  tiene su dios al cual se destina la ceremonia.  Hoy convive con la  iglesia católica  que en ocasiones ha asimilado rituales del sincretismo con el fin de atraer a más fieles  Son creencias ancestrales y están muy  imbricadas  en estas culturas.

Un  día después  me fui hasta el Lago Titicaca   adonde llegué tras cuatro horas de viaje.  Copacabana es el pueblo ribereño mas importante en el lado boliviano, el otro lado es Perú, subí hasta lo alto de la montaña  en la que ha montado un vía crucis católico con sus estaciones. Se hace dura la subida  por empinada. 
La  iglesia  del pueblo está dedicada a la virgen de la Candelaria y  no dice nada en especial, salvo por la capilla de las ofrendas  en las que se ven miles de velas y peticiones de lo mas variopintas.  Lo mismo se pide un novio que un buen parto para los animales de casa. 
La petición que mas me alucinó  trataba de que la virgen ayudara a la peticionaria, para que el vecino  de arriba de la  casa donde vivía, dejara a su   mujer y se fuera con ella, y lo hacia argumentando que la  virgen bien  sabia que él era su hombre, que le pertenecia. El trabajo de la virgen consistía en infundir amor en el hombre hacia ella. Un novelón.

Mercado de las brujas
Después de zamparme  un pescado fantástico a la vera del Titicaca  me volví a La Paz  llegando a última hora de la tarde. Un  par de copas en un local cutre para ver un poco de que iba  y a la cama.
Mi tercer  día en lo dediqué a hablar con la gente. Es lo que tiene deambular  por las calles, hablas con  unos y otros con la excusa  de alguna compra. Te cuentan su vida y  te preguntan por la tuya,  por España, por cómo se vive aquí,   te cuentan si están contentos  o  no  con su país,  cómo evoluciona  con Evo Morales al frente.

De tertulia
Aprovechan a un gringo con el que no se contrae ningún compromiso por lo que hablan. Te hablan de cómo con  la llegada  de Evo se ha instaurado  el bono Juancito Pérez, por el que dan a cada niño que va a la escuela 200 bolivianos siempre que acudan a clases con el fin de atarlos  y no hagan novillos, te cuentan como   se ha puesto otro bono para las personas mayores llamado bono dignidad de la misma cuantía y así aliviar la miseria de las zonas rurales y contribuyendo con ello a  que  los censos  sean más exactos  ya que mucha gente está fuera de control, o del bono para las embarazadas desde antes del parto  hasta pasados unos meses.   Otros te hablan de que se fían   de Evo Morales  pero  no del  resto del gobierno  y que  votan a él no a su partido. Te hablan, te habla...

Vendiendo hoja de coca
A eso de las  seis de la tarde  me subí a un bus camino de Oruro.   El viaje tampoco tiene desperdicio, se suben y bajan casi en marcha personas con todo tipo de mercancía  que venden a los que allí vamos.  Todos hablaban con todos cada uno contando sus cuitas, a mi me acribillaron a preguntas sobre España , yo les advertí que no es como parece desde allí. Ellos ya saben algo de la realidad actual  por los bolivianos que en España viven y te dicen que ya no tienen tantas ganas de venir. Llegué a Oruro el día que  jugaba el  R. Madrid  con el Barça, me las prometía muy felices en lo de ver el partido, pero no lo transmitieron y me tuve que ir a un ciber café (los hay a mares por toda Bolivia ) y seguir  el partido en Internet minuto a minuto… y  je je  je,   ganó el Barça.
La ciudad de Oruro es fea a más no poder, no tiene gracia alguna, paseé por la ciudad  un par de horas  cuando acabó el  partido y  salvo en el  mercado  donde se venden las mismas  mercancías que en cualquier rastrillo cutre no había nadie en ningún lado. Tuve todo el día siguiente para ratificarme en mis sensaciones del día anterior en cuanto a fealdad se refiere.  Una vez más me sacó del desaliento, la  interesante conversación con un vendedor de todo tipo de artilugios para los sacrificios a las distintos dioses  tal y como he contado antes y  pude ver una mina en desuso que habían convertido en museo en el que se podían ver las miserias del minero y de las condiciones en  que trabajan.  
No me sorprendió y es que  tuve la ocasión de ver una mina de verdad en Potosí  en mi anterior viaje y ser testigo de cómo se uncían un arnés al pecho y como animales arrastrar la carga en una vagoneta.


"el tio" protector delos mineros
Lo que si tiene de peculiar la ciudad de Oruro  son sus carnavales. Se  montan alrededor de veinte mil personas en  comparsas y desfilan con trajes  variopintos, lo que en principio fueron  grupos gremiales, de distintos oficios que rivalizaban entre sí para  lograr el premio de la ciudad, se ha convertido en una fiesta nacional  y es que  a Oruro la llaman  capital del folclore. Pude ver un  desfile en  video  que en un taller  de costura de disfraces me enseñaron  y en verdad  es espectacular. Había varios disfraces  expuestos y eran  magníficos en sus brocados, en sus coloridos y composición. Sería en carnaval pero la ciudad  fuera de esa época no valía nada, me lo dijo más de un vecino.
Me  resultó curioso ver cómo se levantaban los puestos  del mercado que estaban montados en  las vías del tren  al paso de éste y cómo según acababa de pasar  los montaban en menos que canta un gallo. Lo había visto en Internet en otras ciudades ahora lo vi en vivo.
Tuve ocasión de ver cómo encerraban a un dirigente del MAS –el partido de Evo Morales- en la sede del partido. Era el responsable de la elaboración de las listas y había impuesto  al candidato y no al que las bases querían. Por tal indisciplina lo estaban encerrando en la propia sede claveteando su puerta para que no pudiera escapar, además de montar turnos a la puerta por si trataba de hacerlo. El ánimo estaba caliente y no parecía que aquello fuera una broma. Y eso que había ganado las elecciones aunque perdiendo votos.
A las diez de la noche salía mi bus para Uyuni ,  serían unas seis horas de viaje,  ya me advirtieron que cogiera una flota -un bus- con calefacción porque haría frio.  Fue inútil, no funcionaba.  Se me había olvidado que estábamos por encima de los cuatro mil metros de altitud y aunque la temperatura del día es  agradable no  es así por la noche donde la temperatura cae fuertemente. La  gente iba con mantas y preparada para el caso, no como  yo, que cada vez me quedaba menos ropa en mi mochila y aunque me puse cuantas camisetas me quedaban, pasé frio.  Ni decir tiene que no pegué ojo en todo el viaje.

El salar de Uyuni

Llegué a Uyuni  a las cuatro de la mañana así que desperté al vigilante y me metí corriendo en la habitación tratando de dejar atrás  el frio del viaje.  El día siguiente lo pasé deambulando por el poblachón que es Uyuni y comprobar que es feo donde los haya y si existe es gracias a que  tiempos atrás sirvió como base logística de trenes en las guerras con Chile. Un cementerio de trenes al aire libre es testigo de aquella época y  al que tratan de vender como atractivo turístico. Como lo tienen lo enseñan, pero  de ningún modo merece la pena.

el Salar de Uyuni

 Cómo digo paseé la ciudad y vi  varias agencias que se dedicaban a captar turistas para el día siguiente. Contraté con una de ellas de modo que el todo terreno sería  para nosotros solos, no nos incorporaríamos a un grupo de seis como era habitual  (incorporan cocinera  y guía además del chofer). 

 Seríamos   Sergio y  yo, además del chofer que haría de guía.   A veces y si te has preparado el viaje  con libros, internet u otros medios  sabes más que los propios lugareños, lo hemos comprobado en más de una ocasión. Regateamos y dada la ausencia de guía, cocinera y la poca comida que necesitábamos   casi nos salió por el mismo precio que si nos hubiéramos incorporado a un grupo de seis.  No hay color entre  una manera de viajar y otra. Si  vas sólo, paras donde  quieras, comes donde y cuando te apetece, tú decides todo, no formas parte del grupo. Si hay que escatimar gastos  no es en estas ocasiones.
Por la tarde llegó Sergio, llegó en un bus desde Sucre todo para él. Resulta que los enlaces que  había buscado le habían fallado y   compró todos los billetes del bus para que pudieran hacer un viaje especial. Me comentó que era más barato que ir en taxi. Estuvo seis horas en el bus como único pasajero y con el hijo y la mujer del chofer a los que llevaba por ser la única manera de poder ver a su familia.
Después de varios días cada uno por su lado, teníamos muchas cosas que contar así que nos dieron las tantas habla que te habla, dando cuenta de una botella de guisqui preparada para tal efecto.
En éste viaje de dos días  llevaríamos como guía-chofer a un indígena de nombre Primo Bernal, fue muy buena gente y por 2.300 bolivianos, unos doscientos cincuenta euros,  estuvimos dos días en el Salar con noche incluida en un hotel construido con bloques de sal. El viaje cumplió con todas nuestras expectativas. 
 Si Uyuni  tiene sentido hoy es porque sirve de base para ver el Salar, es un paisaje de los más estremecedores que te puedas echar a la cara, es francamente bello , de una belleza rara, sorprendente, distinta, estremece estar allí, rodeado por kilómetros y kilómetros de sal. Es un antiguo lago a 3.700 metros de altitud y que el sol ha secado a lo largo de los siglos  dejando al descubierto lo que es hoy, un mar de sal.

hotel de sal
De acuerdo con las guias tiene  10.582   km cuadrados y 9 millones de toneladas de sal y en algunas partes llega hasta veinte metros de profundidad. Imagínate la provincia de Guadalajara o de Zamora toda ella plana y de sal.  Como digo, estremece su espectacular e inmensa blancura, puedes  comprobar en los libros dedicados a paisajes más espectaculares de la tierra cómo siempre sale. No es para menos.
 Por supuesto era imposible estar sin gafas de sol y  dada la altitud  la claridad del aire te engañabas al calcular las distancias. Nos dirigimos hacia una de las orillas del salar, hacia el  volcán Tunupa a 5.600 metros de altitud. El guía nos dijo que no estábamos a unos 10 kilómetros como pensábamos sino a más de 60, lo que parecía imposible de acuerdo con la nitidez con que se veía. El cuentakilómetros le quitó la razón porque estaba aun más lejos. Alrededor del salar habían pequeñas comunidades y  paramos en una de ellas, donde vimos un pequeño museo hecho a base de recopilaciones de  asentamientos antiguos y que un buen señor  nos enseñó por una propina.
He visto muchos museos en el miundo, bastante más cutres que aquel,  había gran cantidad de vasijas, ánforas, esculturas naturales de piedra, vestidos de los antiguos habitantes de la zona. Pero, si había algo  excepcional en él , fue la momia que tenía en una pequeña cueva dentro del museo   en medio de esculturas y otras vasijas. Allí estaba el difunto sentado en una silla - así se entierran por allí-   como un elemento mas a enseñar.  Nos dijo que la encontró buscando cosas  para rellenar el museo. 
Sabíamos por lo leído anteriormente, que con la llegada de los españoles muchas  comunidades desenterraron a sus muertos y los enterraron en sitios más seguros  ante el temor de que  profanaran las tumbas buscando el oro que creían enterraban con el muerto,   debe ser que  alguno de los muertos se quedara en el camino y acabó en ese peculiar museo.  Allí yacía y con un aspecto más que saludable.  No supo decirnos cuantos años llevaría muerta.

La momia del "museo"
Optamos, sin dudar, por almorzar algo en el interior del Salar, sobre esa inmensa costra de sal que parece no terminar nunca y en la que la vista se perdía en el horizonte.
Imagino que con los años  a todos se nos quedan   paisajes clavados de por vida en la retina, yo presumo de haber visto parajes raros  en este mundo pero con toda seguridad éste ocupa uno de los primeros.
Comimos una simple ensalada de atún con calabacín y tomates, pasados materialmente por el suelo de sal para darles más gusto, sentados sobre las mochilas, mirando a un lado y a otro con estupor ante la belleza del lugar, resultaba francamente fascinante.  Estábamos  sin duda alguna en uno de los lugares más bellos de la Tierra.
Me eché a andar  entre tanta belleza mientras ellos recogían el campamento ,  caminé casi una hora solo en medio de nada, en la más absoluta quietud , sin vegetación o animal alguno, con la conciencia  tranquila, con nada en que pensar, dando gracias a los cielos por estar allí y sentir una de las sensaciones mas placenteras que haya sentido nunca.  De verdad, aunque suene a cursi, se estaba muy pero que muy bien.

Una ensalada en El Salar
Seguimos recorriendo la inmensidad blanca del salar, kilómetros y kilómetros hacia el lado opuesto al volcán Tupuma y  visitamos una gruta,  que albergaba un cementerio preinca (de los indios “chullpas”)  de donde habían sacado los cadáveres por lo dicho antes.  Las tumbas eran huecos en el suelo con una portezuela  por el que bajaban al difunto sentado.
A las 17:30 horas llegamos a uno de esos tres o cuatro curiosos hoteles de sal que hay en el Salar, el Hotel Villa Candelaria. Junto al modestísimo poblacho llamado Samaricuna. Nos acostamos  a eso de las nueve, antes vimos a unos chicos cantar para las diez o doce personas que éramos allí en busca de la propina correspondiente.
 Era  martes y  13  de abril  de 2010 cuando nos levantamos a  las 5:45 horas para llegar al Salar a las siete y ver la salida del sol desde allí.  Lo peculiar de esta salida del sol sobre otras  es la intensidad de la misma. Si a  nivel de mar puedes aguantar la mirada unos minutos hasta que el sol coge fuerza, aquí es imposible, apenas unos  instantes después  de aparecer el sol, tienes que bajar la vista y  es que a 3.700 metros sobre el nivel de mar la atmosfera es más limpia, casi pura y la fuerza de los rayos del sol es brutal y más aun  si se acentúa con el reflejo del mar  de sal.
Después de la contemplación nos acercamos a la Isla del Pescado,  una pequeña montaña que emerge del mar de sal, llamada originariamente “Incauasi” (casa del inca en el idioma quechua).

Isla incausi, cactus milenarios
Subimos hasta lo más alto de la isla, toda ella cubierta por cactus gigantes de hasta de 12 metros y dado que se sabe,  crecen alrededor de 5 a 7 cm cada año significa que alguno de ellos tenga cerca de  mil años de antigüedad tal y como te recuerda algún cartel. Desde lo alto de la Isla, unos 100 metros por encima de la llanura del salar, lo que se divisa es realmente grandioso.
El poblado de Colchani  dista algo más de 20 kilómetros de Uyuni y es el más concurrido de los accesos al Salar.  Hay un mercadillo y algunos modestos locales. Yo compré un sombrero que lo uso para ir a la playa. Nos  había  gustado tanto la experiencia de la comida en el interior del Salar que decidimos repetir adentrándonos de nuevo unos kilómetros y ver mientras comíamos como un grupo de trabajadores a fuerza de paladas llenaba un camión de sal. Si alguna vez vais por Bolivia, por favor no dejéis de visitar el Salar

Sucre y los Trinitarios

Al día siguiente, 14 de  abril, tomábamos un destartalado bus público que nos había de llevar  a Potosí en unas cinco o seis horas que, finalmente, se convirtieron en más de nueve como consecuencia de una avería que sufrió  en una de sus llantas delanteras. 
Sergio estaba asustado porque estábamos a más de cuatro mil metros de altitud y habiendo sufrido en el pasado un infarto, no era aconsejable que estuviera a esa altura (el medico le había dicho que no subiera por encima de los tres mil quinientos) y aunque sentado y sin realizar esfuerzos  la mosca no se te va de detras de la oreja. Hubiéramos echado mano del teléfono satelital para llamar a un taxi o algo parecido si hubiéramos tenido que pasar noche como nos hizo entender el chofer si oscurecía y no lograra arreglar la rueda, claro que con las herramientas que tenía bastante bien lo hizo.   

En la espera conocimos  a un español que iba  camino de escalar  el Nevado, la montaña más alta de Bolivia .Tengo que decir que me dejó un  gusanillo por los viajes que  había hecho y sobre todo el que hizo por  la parte media del Anapurna. Ahora pretendía estar unos seis meses por Sudamérica con un presupuesto de no más de 3.000 euros. Le regalamos un mapa de Bolivia, a él le hacía más falta que a nosotros y le deseamos toda la suerte del mundo.
Pasadas las siete de la tarde llegábamos a Potosí, después de recorrer  211 kilómetros en más de nueve horas de viaje, frente a las  cinco previstas. En dos horas y media bajamos  desde el altiplano representado por Potosí y sus 4.070 metros de altura, a los valles representados por Sucre, con 2.790 metros de altitud. Allí nos encontramos con el padre Pastor, responsable  de los trinitarios en Bolivia y sus obras sociales,  otra parada obligada en mi periplo por Bolivia.
  
Quizá sea momento de decir que  yo fui seminarista desde mis diez a catorce años con los Trinitarios y que años atrás estuve en Sucre  para ver las actividades sociales que la familia trinitaria hace allí, desde entonces colaboro en varios programas junto con unos amigos a los que convencí de lo interesante de nuestro apoyo directo , contrastable y en manos de religiosos que al menos en estas lides se lo curran.  El  proyecto de Pitantorilla se realiza con niños provenientes de  comunidades indígenas a fin de que estudien y tengan las mismas probabilidades que sus conciudadanos, que a decir verdad son pocas. Si estás interesado entra en www.prolibertas.com  y lo verás por tus propios ojos.

Sergio con el P. Pastor

 Conocí, como digo, a Pastor años atrás y además tuve ocasión de verlo en Madrid poco después. Sería nuestro anfitrión en   Sucre, dormiríamos  en la parroquia que llevan en la ciudad.  Además de lo dicho sobre Pitantorilla realizan  también su labor  en los municipios de Sucre y de Yotala y va dirigida básicamente a satisfacer las necesidades más elementales de salud y de educación en los barrios marginales  a través de diferentes proyectos.  Si has llegado leyendo  hasta aquí  hazme un favor,  entra en la dirección de arriba y colabora si lo que ves allí te convence.
Siguiendo con el relato diré que al día siguiente nos fuimos a Pitantorilla donde se encuentra el colegio de los chicos. Antes compramos pan para el colegio  en una panadería  regentada por religiosas españolas y bolivianas que daban cobijo y trabajo a muchachas salidas de la prostitución tratando de reorganizarse en la vida.
En Pitantorilla nos estaban esperando a la entrada, todos los muchachos y  muchachas con sus profesores y unas monjas colombianas que allí realizan su labor social. Suspendieron las clases  un momento parar  recibirnos. Nos vimos de pronto cubiertos por  guirnaldas elaboradas por los alumnos en nuestro honor. Lo hacían con naturalidad y hubiera sido una descortesía no aceptarlo aunque al principio nos resultara ridículo. 

con la cooperante Pimpinela
  En aquél día coincidieron allí seis o siete médicos y enfermeros norteamericanos, pertenecientes a una ONG, que estaban atendiendo a cuantos enfermos de la propia escuela y de los pequeños poblados de los alrededores, quisieron. Tenían verdaderas colas. Parece que cada año dedican unos días para atender a enfermos y desvalidos en varios lugares de Bolivia.
La comida fue modesta y escasa, como la cena y el desayuno del día siguiente, no hay para más aunque es casi seguro que comen mejor que en sus casas de origen.
Fuimos por la tarde a unas comunidades  con el fin de hacernos una idea de los alrededores acompañando a Pastor en sus rondas habituales por las zonas próximas a Pitantorilla. Vimos miseria a cada paso que dábamos, míseros poblados, pobrísimas gentes que al ver  al  padre Pastor se aproximaban para saludarle o incluso para pedir ser bautizados  algunos con  60 años. 
No es que les hubiera llegado la fe de repente -casi todas aquellas poblaciones, lejas de la civilizacion siguen con sus ritos ancestrales- lo que pasaba, era que la parroquia les daba el documento bautismal y con él podían acceder al bono dignidad que antes comenté. Hasta ese documento casi que ni existían oficialmente.  Nos confesó nuestro anfitrión que si bien no se les bautizaba se les daba un documento para que pudieran censarse y acceder al cobro de los  200 bolivianos. 

Con aldeanos de Pitantorilla


 En uno de estos míseros pueblos los adultos de la comunidad estaban reunidos en una casucha, colindante con los restos de la escuela, derruida hacía poco tiempo con ocasión de un vendaval, para elegir nuevo alcalde.
 Hicieron un receso en nuestro honor (del padre Pastor) y vimos cómo todos los varones,  llevaban en sus carrillos bolos  de  coca y así  combatir el hambre y la inmensa tristeza que sus rostros reflejaban. 
Hablamos con un despierto indígena de poco más de veinte años de nombre Juan Carlos, al que le habían colocado el marrón de nombrale  alcalde de la comunidad,  por lo que estaba obligado a permanecer un par de años más en la comunidad. Las pocas personas de su generación ya  habian huido del pueblo a buscarse la vida,  él haría lo mismo cuando cumpliera su compromiso. Era un lugar paupérrimo, se les había muerto la mula  de la comunidad y en espera de otra  los hombres se uncían los aperos y tiraban del arado. Era un lugar  sin futuro alguno, pero para esas gentes su único sitio y en el que eran personas, fuera de él  no eran nadie.
Regresamos a Pitantorilla para después de cenar  todos juntos, alumnos, religiosos y nosotros mismos asistir a la representación que los muchachos  nos brindaron, con  bailes, cantos, mimos, etc.  Todos se esforzaron en ofrecernos lo mejor de sí mismos. Hasta yo mismo  con  Victoria, una cooperante que allí había, hicimos un playback de Pimpinela. Nos premiaron con un aplauso.  En  la noche acabamos con el  singani que teníamos  (un orujo local)  placidamente sentados Sergio,  Pastor,  Victoria y yo en una pequeña terraza.

Los alumnos de Pitantorilla
A la mañana siguiente después de desayunar y tras unas palabras de agradecimiento nos despedimos de todos. Regresamos a Sucre cargados de huevos de la granja de gallinas que se había montado gracias a un programa concreto y que servía para el sustento del centro, ( se trata de que una vez puesto en marcha aquel centro camine solo) y para la venta. Antes de llegar a la ciudad ya habíamos vendido casi la mitad.
Llegados a Sucre, aprovechamos para recorrer parte de la hermosa ciudad colonial y fuimos a correos a enviar a nuestro inolvidable Severiano, el capataz de la “estancia” del río Yacuma, un sobre con las fotos de aquél inolvidable día  como le habíamos prometido.  Sucre es una ciudad de calles blancas, salpicada de viejas casonas coloniales y durante los siglos XVI y siguientes sirvió para que los caciques, sacerdotes, hechiceros, militares de alto rango… disfrutaran de lo obtenido en la vecina Potosí mucho mas áspera y fría. Sucre es una ciudad muy bonita.
Compramos también para los muchachos de Pitantorilla, dos balones, uno de futbol y otro de baloncesto  tal y como les habíamos prometido y pasamos la tarde recorriendo las obras sociales de los trinitarios (si estás interesado mira la pg. web de arriba )  y a la noche nos reunimos con el resto de los que integran la familia trinitaria en Sucre  (Ana María, Cristina, Rosi, Proper y Milton el joven sacerdote trinitario), todos ellos bolivianos, con quienes fuimos a ver un espectáculo musical y folclórico en el que se representan escenas y costumbres de  todo Bolivia. Unos  bocadillos en un garito nos repusieron de tanta emoción y ya puestos, nos hicimos dueños de la pista que no abandonamos hasta  que nos echaron.
A la mañana siguiente cogimos el vuelo  de las 10 horas con destino al aeropuerto de Viru-Viru en Santa Cruz de la Sierra, donde descansamos un poco de todo el ajetreo hasta que a última hora nos dimos una vuelta por donde llaman “Equipetrol”,  la zona más moderna y exclusiva de Santa Cruz,  que no tiene nada que envidiar a las ciudades modernas europeas.
El domingo 18 de abril, lo pasamos tranquilamente en  hotel hasta que a las 14 horas nos fuimos al aeropuerto para salir en vuelo de Aerosur, nos quedaban diez horas de avión.

 En  Lillo, Diciembre 2010.
  Antonio Orihuela.